Lluvia de Sangre

Sobre el Cementerio

Capítulo 2:

El mendigo

La noche caía en Japón, sin que nadie saliera impune. Y Kioto no era la excepción. Las abarrotadas calles, ahora estaban muy poco transitadas. Todos se guarecían en sus casas, residencias, o simplemente en un pequeño hotel. Todos menos un chico, que caminaba cabizbajo, luciendo unos atuendos magullados y sucios. Evidentemente era Shiyuu, que había pasado una semana entera bagando por las calles de "la ciudad del diablo". Se había propuesto buscar trabajo como fuera. Pero siempre le daban la misma respuesta: "¿Tú? ¡¡Si no podrías cargar ni un saco de arroz!!". Pero Shiyuu no se daba por vencido. Solo necesitaba un pequeño trabajo, para salir adelante, y estaba dispuesto a todo por conseguirlo. Pero por ahora, solo podía esperar que el sol volviera a aparecer. Por eso se dirigía a el puente donde se "hospedaba" temporalmente. Era la única forma de permanecer seco en la época de lluvia. Aunque estuviera un poco viejo, el puente se contenía bien, y su estructura esta bien cuidada. Por lo menos soportaría un par de décadas más. Era seguro, y mantenía el calor. Perfecto. Excepto por las ratas, que no hacían más que roer la tierra, y con una simple mirada, te atacan. Pero Shiyuu se mantenía quieto toda la noche, y al final, no se inmutan. Pero hoy seria diferente, porque no había lluvia en la atmósfera. Las ratas, probablemente, solo caminaran entre la hierba, sin molestar a nadie. Por eso, Shiyuu se acomoda entre la hierba, y espera pacientemente a que el sueño le venza. Pero algo le interrumpe, y tiene que abrir los ojos rápidamente. Delante de él había una chica, que con sus ojos verdes, no para de observar a el muchacho. Este, se sonroja levemente, y ella sonríe al ver la acción del chico. Se sienta delante de él, como hace toda las noches.

- Hola Shiyuu - Dice la chica, mientras desenvolvía un paquete que traía.

- Hola Imisu, ¿no deberías estar durmiendo? - Responde Shiyuu.

- Siempre tan cortes... Toma, te he traído algo de comer - Al oír esto, Shiyuu cambia de opinión, y empieza a comer desesperadamente.

- Si sigues así te puedes atragantar -

- Si me atragantara, no quedaría peor de como estoy ahora - Shiyuu sonríe antes de seguir comiendo.

- Y ¿ya has conseguido trabajo? -

- No, pero estoy en ello -

- Con esas pintas no te aceptaran ni como traficante -

- ¿Y que quieres que haga? no tengo dinero -

- Pues, la proposición de venir a vivir a casa, todavía está en pie...-

- Ya te he dicho, que no pienso ir a vivir a casa de nadie -

- ¡¡Eres un tonto!! ¿Se puede saber porque no quieres? -

- Pues porque no, un campesino solo estorbaría -

- Ya te he dicho que no estorbarías, es más, nos alegraría mucho a todos. He estado preguntando a todos en la casa, y han dicho que puedes quedarte si quieres - Imisu termina la frasea al mismo tiempo que Shiyuu terminaba de comer. Este se levantó y miró a los ojos a la chica.

- Te acompaño a casa, una jovencita no debe ir sola a estas hora -

Imisu mira la hora en su reloj. Eran casi las diez de la noche. De seguro sus padres se enfadarían con ella. No obstante, por estar con Shiyuu, podía aguantar cualquier reprimenda. Últimamente había ido todos los días a verlo, y siempre lo encontraba debajo del puente del río. Era habitual que los vagabundos y pobres se alojen ahí, pero no es lugar para una hija de comerciante. Por eso se lo pensó mucho antes de ir. Pero cada vez que cerraba los ojos, la sonrisa de Shiyuu aparecía. Forzosamente tuvo que ir, no podía aguantarse más. Por él pasaría cualquier vergüenza o deshonor. Lo que nunca podría hacer es confesárselo. Aunque intente insinuarse constantemente, el parece no darse cuenta o que no le da importancia. Y también esta el asunto de su constante negación a ir a vivir a casa de los Omike, que saca de quicio a Imisu. No consigue entender porque siempre responde con el mismo "no" rotundo , aunque Imisu piensa que seria mejor para todos. Viviría mejor que ahora, y seria feliz. Bueno en realidad, parece que feliz ya es, porque siempre lleva una sonrisa en el rostro. Pero Imisu ve algo extraño en esa sonrisa, además de su facultad de capturar amores. Es como si fuera distinta a las demás, como si fuera falsa, pero a la vez verdadera. Pero una cosa está clara, siempre se le ve con ella. Incluso ahora, mientras caminan hacia la residencia de los Omike, sonríe sin motivo alguno. Pero se detiene de repente, y Imisu también.

- ¿Qué pasa? - Imisu mira como Shiyuu se detiene y gira su cabeza a la izquierda. Sus ojos acaban observando a un hombre, que pedía limosna. Era bastante alto y robusto, no parecía un mendigo. Pero sus ropas y una espada que no parecía de muy buena calidad hacia suponer que se trataba de un ronin, un samurai cuyo señor feudal había muerto. O también podía haber sido desterrado por una falta grave. Es natural en estos días. Si el samurai castigado consigue escapar de la pena máxima, su vida se volvería un infierno. No obstante, muy pocos bajaban su nivel hasta convertirse en simples mendigos. Para un samurai, el honor era mucho más fuerte que las ganas de comer.

- Sigamos adelante Shiyuu, voy a llegar tarde - Imisu se impacientaba al ver que el chico seguía mirando al mendigo.

- Está bien... - Shiyuu empieza a caminar, pero esta vez, no lleva la sonrisa que tanto le caracteriza. Esto extraña a Imisu.

- ¿Te encuentras bien? -

- Imisu... ¿Porque te compadeciste de mí, y no de ese mendigo? - Imisu se enfada por la pregunta, pero contesta igualmente.

- Ese hombre a perdido todo el honor de un ser humano. Se ha bajado al nivel de simple mendigo. No merece ni que nos percatemos de su presencia. Todo Japón piensa lo mismo de ellos.

- Entiendo... - Shiyuu se adelanta, hasta dejar a Imisu detrás suya. Y no volvió a mostrar su sonrisa. Eso hizo extremecerse a Imisu en todo el camino. Y aunque le preguntara que le pasaba, o si había dicho algo indebido, el contestaba "No, sigamos adelante...", y volvía a caminar. Pero a pesar de esta misteriosa desaparición de la sonrisa de Shiyuu, la pareja llego a la residencia de los Omike. Shiyuu se volvió a parar unos metros más atrás de la entrada. Y Imisu hizo lo mismo. Los dos chicos se miraron.

- Bueno, aquí nos separamos - Dijo Shiyuu.

- ¿No quieres entrar a tomar algo? -

- No tengo tiempo, mañana tengo que levantarme al alba -

- Podrías quedarte a dormir -

- No, además no puedo presentarme con estas pintas - Shiyuu mira el edificio Omike. De arquitectura japonesa, tenia un gran jardín con un estanque, y por este pasaba un puente. También era destacable el edificio, de dos plantas, y también de arquitectura japonesa. Algunas ventanas estaban abiertas, y se podía distinguir el interior. Un decorado bastante caro. Se notaba que eran una familia de comerciantes de gran reputación. Tenían guardias privados, que no dejaban entrar a nadie sin previo aviso. Pero Imisu no la necesita. Los guardias la saludan agachando la cabeza, mientras abren la entrada el jardín.

- Vamos, serás bien recibido - le propone Imisu antes de adentrarse en el inmenso jardín de los Omike.

- No, dejémoslo para otro día -

- Bueno, pero la próxima vez tendrás que entrar - Imisu sonríe antes de despedirse, mientras se despide con la mano, y los guardias cierran el portón. Shiyuu espera a que se sierre completamente, para emprender su marcha. Pero antes de irse, da un nuevo vistazo a la casa. En una de las ventanas superiores, se podía distinguir la silueta de un muchacho. Era Katsutori, que miraba seriamente a Shiyuu. Los dos muchachos se miraron un para de segundos. Katsutori fue el primero en abandonar la pequeña confrontación de miradas, y se sumergió entre las tinieblas del interior de la mansión. Shiyuu, sin más dilación, prosiguió su camino. Shiyuu sumergido en pensamientos, medita sobre su pequeño enfrentamiento con Katsutori. Desde el principio, entre él y Katsutori no ha habido mucho contacto. De hecho, ni siquiera compañerismo, y menos amistad. Según lo que Imisu contó, Katsutori es su prometido, pero ella no está de acuerdo con esto. Para ella, él es pesado, insensible y serio. No ve las facultades necesarias para darle su amor. Pero como eran primos, sus padres los prometieron prácticamente al nacer. Aunque solo se conocen desde hace un par de meses. Pero desde la llegada de Shiyuu, Imisu dice que se comporta de forma rara. Es más gentil, incluso se podría decir que es más atento. Y Shiyuu sabe perfectamente el porqué. Es muy evidente que Katsutori le ve a el como una amenaza a su relación con Imisu, y antes de atacarle, prefiera ganar puntos a favor. Lo que no sabe es que Shiyuu se rindió hace tiempo, desde la primera ves que la vio. Para él, Imisu es la luna que nunca alcanzará, no solo por su malvivir, sino, también por su compromiso. Cuando ella dijo que ya estaba comprometida, las esperanzas del chico se vieron frustradas por ese compromiso. Desde entonces, intenta ocultar su amor y olvidarlo, por eso no acepto ir a vivir con ellos, por eso no responde a las insinuaciones de ella, y por eso esconde su infelicidad tras su sonrisa. Estaba completamente frustrado para pensar en otra cosa que en su infelicidad, por eso no prestaba atención por donde camina. Pero esa atención volvió al ver que había pisado una moneda. Era de oro, completamente. Con eso podría comer todo un mes, y podría comprarse ropa para buscar trabajo. Shiyuu tenia suerte, eso estaba claro. El muchacho miró a todos lados, por si se le había caído a alguien, pero nadie la reclamaba. Lo que si se fijo, es que estaba al lado del mendigo que él y Imisu vieron ante. Esta en la misma postura, con la mano en alto. Pero ninguna moneda estaba en ella. Probablemente nadie le había dado. Era natura, actualmente, la gente es insensible a las maldiciones y infelicidades ajenas. Si el mendigo estuviera muerto, probablemente nadie le ayudaría. Pero Shiyuu no se sentía de la misma calaña que ellos. Él a sufrido mucho, con su vida de campesino, con la nueva vida de pobreza, y con un amor imposible. En consecuencia, se siente el hombre más desgraciado del mundo. Pero no dejará a nadie más con sufra como él. Por eso se acerca al mendigo, y le entrega la moneda. El mendigo cierra la mano y lentamente levanta la cabeza.

- Chico, ¿por que me la das, en ves de quedártela?-

- Creo que la necesitará más que yo -

- Puede, pero eso no quiere decir que te veas en obligación de ayudarme -

- Claro, pero prefiero hacerlo - Shiyuu se marcha poco a poco, con una nueva sonrisa dibujada en la cara

- Gracias - Alcanza a decir El mendigo, antes de que Shiyuu se perdiera en la esquina. El mendigo, mirando la moneda, sonríe, mientras se pone de pié. Ya en posición vertical, se quita las ropas pútridas, para dejar ver un kimono limpio. Agarró su espada, se puso una capa blanca, y se guardó la moneda.

- "...la necesitará más que yo..." - El mendigo repitión en voz baja las palabra poenientes de Shiyuu.

- Creo que él es el más acorde para el puesto - Y A continuacion de decir estas palabras, El mendigo se va en la dirección en que Shiyuu se marchó, y al igual que el muchacho, este mostraba una sonrisa.

Shiyuu llego finalmente al puente donde se hospedaba, y suspirando se dio la vuelta. Miró al horizonte, contemplando las vacía calles de Kioto por última vez antes del amanecer. Todo oscuro y cerrado, solo un par de guardias. Todo desierto. Pero algo se distinguía entre el desolador panorama. Un hombre muy esbelto, con una capa realmente gigante, y con una espada, caminaba entre las viviendas. Shiyuu clavo su mirada en el susodicho tipo, y este respondió con la suya. Ese choque de observación duro hasta que el hombre estuvo delante de Shiyuu. Y este le reconoció inmediatamente. Era el mendigo que pedía a pocas manzanas de casa de la mansión Omike. Sin duda se había cambiado la ropa, y ahora parecía un auténtico espadachín. El hombre sonrío, mientras abría la mano delante de los ojos del muchacho. En la palma de la mano se encontraba la moneda que Shiyuu otorgó al mendigo, como muestra de compasión.

- Te la devuelvo muchacho - El hombre tomó la moneda y la puso en la palma de la mano de Shiyuu.

- Como ya le he dicho, usted la necesitará más que yo -

- No lo creo -

- ¿Como? -

- Es más, ninguno de los dos la necesitará - Ante estas palabras, Shiyuu mostró una cara de incomprensión.

- Señor creo que no le entiendo - Shiyuu confirmo su poca sabiduría sobre el tema, pero el hombre le ignoró.

- ¿Eres huérfano? -

- No, abandoné a mi familia, porque resulte ser una carga para ellos - Shiyuu cabizbajo, pudo ver como el supuesto mendigo mostraba una sonrisa.

- Bien, ¿como te llamas? -

- Shiyuu - Al mismo tiempo que Shiyuu pronunciaba su nombre, el hombre sacó una espada, la cual le entrego a Shiyuu.

- Honesto y sincero, y a la vez que te preocupas por los demás, sin importarte su pasado. Eres totalmente admirable - Shiyuu contemplaba la espada, la cual no se atrevía a agarrar.

- Pero tu infelicidad es grande. Acepta esta espada - Shiyuu agarró la espada entregada por el encapuchado.

- Gracias, pero una espada no quitará mi infelicidad - Otra vez, el mendigo muestra una sonrisa de satisfacción.

- Lo siento no me he presentado todavía. Me llamo Seijuro Hiko, y soy maestro de la técnica de kenjutsu Hitten Mitsurugi - Seijuro, empieza a caminar - Ven conmigo, con esa espada y con mis enseñanzas, aprenderás a ser feliz - Finalmente Shiyuu, se enfunda la espada y sigue al maestro, perdiéndose en Kioto ...continuará

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