Capítulo 7:

Blanco...

 

"Blanco, primero, de un blanco

De inocencia, ciego, blanco,

Blanco de ingorancia, blanco..."

(Juán Ramón Jiménez)

 

 

-Kreff...

"Tus ojos...Están llenos de lágrimas...¿Por qué lloras, Kreff?"

-Mi Umi...

"¿Qué te pasa, Kreff?"

Umi parecía como si aabase de despertar de un larguísimo sueño, se sentía muy cansada. Entonces notó cómo los brazos de Kreff que la rodeaban por la espalda comenzaban a deshacerse de su lazo. Poco a poco el cuerpo del mago fue separándose de ella y cayó de espaldas al suelo, oyéndose un golpe seco.

-Kreff – lo llamó Umi - ¿te encuentras mal?

No entendía qué estaba ocurriendo, se sentía muy desorientada...

-Lo has hecho muy bien, Umi.

Umi se giró al escuchar aquella voz detrás de ella: era Presea.

-¿Q-Qué? ¿Qué he hecho? – balbuceó la chica, temblaba...

"¿Por qué me tiembla todo el cuerpo?"

-Jajaja, querida, mírate las manos ¿ya no te acuerdas de lo que acabas de hacer?

Y Umi se miró las manos y lo que vió en ellas le hizo desplomarse de rodillas en el suelo... Su mano se aferraba con tal fuerza a aquel puñal que apenas se daba cuenta que se estaba clavando las uñas en la palma de la mano...

Maldita sea, ¿por qué no podía soltarlo?

Las gotas de color rojo resbalaban grácilmente por la hoja de la daga y una a una caían sobre sus rodillas...

-Sangre... Es sangre... – con un movimiento desesperado y nervioso quiso limpíarselas, pero las gotas ya le habían atravesado la ropa del pantalón –. No puedo sacárlas – decía, parecía estar volviéndose loca -. ¿De quién es esta sangre?

La risa de Presea le taponó los oídos.

-Vaya – sonrió Presea -, pues sí que te he hipnotizado bien que ya no te acuerdas de nada...

Presea se agachó a su lado y acarició su mano, logrando que ésta soltase por fin la daga. Después, mostrándosela, dijo:

-Esta sangre, querida Umi, es de tu amado Kreff.

-¿De Kreff? – Umi entonces contempló el cuerpo que yacía frente a ella y comprendió.

-¿Recuerdas ahora, pequeña Umi?

Umi la miró y la vió sonreír y eso la enfureció.

-¡Maldita! – rugió propinándole un golpe en el rostro, pero se olvidaba que Presea sólo era un espíritu y que sus golpes nunca podrían tocarla...

Sin embargo, Umi continuó golpeándola una y otra vez, pero sus puños no hacían otra cosa que atravesar el cuerpo etéreo de Presea.

-¡MALDITA! ¡MALDITA! ¡MALDITA!

Lágrimas de rabia resbalaban por sus mejillas.

-Estás perdiendo el tiempo, querida Umi – dijo Presea sin borrar la sonrisa de sus labios -. Además, sabes que lo he hecho por tu bien.

-¡Me hipnotizaste! ¡Me obligaste a matarlo! ¡Me...

-Te protegí de él, te salvé de él. Con él nunca hubieras sido feliz, te lo he repetido muchas veces.

-¡MENTIROSA!

-Oh, vamos, Umi, mi pequeña e ingenua Umi... No te he mentido ninguna vez, ¿acaso te mentí cuando te dije que Kreff te había enviado a Amarilis? ¿Acaso no era verdad que él conocía ya tu enfermedad?

Umi se quedó en silencio, con los puños apretados y la mirada fija en el cuerpo inerte de Kreff.

-Esto iba a suceder más tarde o más temprano, o eras tú o era él.

La risa de Presea le taladró los oídos.

-La verdad es que nunca me imaginé que fuera tan sencillo – la figura etérea de la maestra de armas se arrodilló ante el cuerpo de Gurú Kreff -. Desde la primera vez que os vi a las tres luchadoras mágicas siempre pensé que tú eras la más fuerte, la que tenía la sangre más fría... Y bueno... Para clavar la daga con tanta precisión sí que debes tener sangre fría – soltó una maliciosa carcajada -, pero no, no eres nada fuerte, mi pequeña Umi, no me costó nada hipnotizarte.

Presea volvió a reírse. Cada risa de Presea era como una espina que se clavaba en el corazón de Umi.

-No te lo perdonaré nunca – gruñó entre dientes la joven de cabello azul.

-Bueno, yo tampoco te perdonaré jamás que me robaras a Kreff. Pero... Lo siento mucho, Umi – Presea sonrió de oreja a oreja -, porque vuelvo a ganarte de nuevo: ahora quien te lo roba soy yo y para siempre.

El cuerpo de Kreff comenzó a hacerse transparente, inmaterial y vaporoso como el de Presea.

-Me utilizaste...

-Sí, quizás sí, pero sólo un poco... Tenía que hacerlo por tu bien – añadió con inocencia.

-Eres horrible, nunca te creí capaz de llegar hasta este extremo...

-Jajaja – rió Presea -. Y tú eres demasiado inocente, deberías saber que por amor una mujer es capaz de todo, mi pequeña ingenua... Ese fue tu problema: fuiste demasiado ingenua, demasiado inocente, demasiado ignorante... Como el color blanco de tus ropas – señaló su camisa y sus pantalones que eran de color blanco -. Y la consecuencia fue esa mancha de color rojo – se refería a la mancha de sangre que tenía en el pantalón -. Pero, en fin – suspiró -, todo ha acabado. Ya no hay nada más por lo que preocuparse.

Presea se abrazó al cuello de Kreff y lo besó en los labios ante los ojos atónitos y la expresión furiosa de Umi.

-No me mires así. Éste es el perfecto final que debían haber tomado las cosas desde un buen principio.

-Eres...

-Vuelve a tu mundo, Umi. Lo cierto era que aquí uno de los dos sobraba y Kreff pertenece desde siempre a Zafiro, pero tú... Debes volver a tu mundo ¿a qué estás esperando?

¿Volver?¿Volver ahora? No, no podía volver...

-Umi...

¿Eh? ¿Alguien la estaba llamando?

Notó que ese alguien la ayudaba a ponerse de pie... Parecía que estaba tirada en el suelo...

-Umi, ¿qué te ha pasado? ¿Te has desmayado?

Sus ojos tardaron en acostumbrarse nuevamente a la luz del sol.

-Dios mío, Umi. Tienes la ropa manchada de sangre.

¿Fuu? ¿Era de Fuu aquella cara que veía borrosamente?

-Dios mío... ¿Qué te ha pasado?

-¿Fuu, eres tú?¿Eres Fuu? – pronunciaron los labios temblorosos de Umi.

Reconoció entonces el parque en el que habían estado hablando antes de que pasara todo aquello.

-Sí, soy yo... Dios mío, ¿por qué tienes sangre en la ropa y en las manos?

Aquellas manchas rojas en sus pantalones blancos, blancos...

 

Continuará...

 

Notas de Ire:

El capítulo más simbólico que he creado jamás... Su título ya es el "leit-motiv" de este séptimo capítulo: blanco... Y la poesía de Juan Ramón Jiménez desvela su significado. Más adelante, es la propia Persea la que nos hace la comparación Umi-blanco. Umi ha sido demasiado inocente, se ha dejado hacer, ha confiado demasiado: inocencia, ingenuidad... Y ha sido esa ingenuidad la que ha matado a Kleff.

Por otro lado, el blanco siempre es símbolo del inicio de algo (sabed que a partir del blanco se crearon los demás colores...). ¿Cuál es ese inicio? ¿Quizás una nueva vida de Umi sin el amor de Kleff? Bueno, eso, desafortunadamente, es otra historia que no tiene cabida aquí queridos míos...