Capítulo 2:

No llores...

 

El teléfono sonó insistente hasta que Umi por fin lo cogió.

-Hola, Umi.

-¿Fuu? Hola ¿cómo estás?

Umi miró su reloj de pulsera... Eran las nueve de la mañana del domingo...

-¿Estabas durmiendo? Lo siento, Umi...

-No importa... ¿Qué querías?

-¿Ya lo has olvidado?

Umi se restregó los ojos... ¿Olvidar?¿Olvidar el qué?

-Hemos quedado en la Torre de Tokio, Hikaru y yo te estamos esperando en el parque...

A Umi se le hizo un nudo en la garganta...¡Era verdad! La cita la tenían escogida desde la última vez que estuvieron en Zafiro, ya hacía dos años...

-¿Lo habías olvidado? – Fuu parecía preocupada.

-No no, si ya iba para allí... Ejem... Lo que pasa es que me había dormido un poco, pero ya estoy lista.

Escuchó la risa de Fuu e Hikaru al otro lado del auricular.

-Te esperamos en el café que hay en la Torre ¿vale?

Cuando colgó se quedó un rato sin moverse. Lentamente se dirigió hacia el cuarto de baño y empezó a desnudarse después de haber abierto el grifo del agua caliente de la ducha. Entonces se contempló en el espejo como si no se reconociera, observando cada parte de su cuerpo. Resiguió con un dedo aquella marca enrojecida en el pecho... Tenía otra en el cuello...

Se abrazó a sí misma dejando escapar un pequeño gemido...

"No quiero ir a la Torre de Tokio... No quiero ir ni con Fuu ni con Hikaru. Sí, había olvidado por completo la cita de hoy porque creía que así también ellas se olvidarían... Quiero estar sola con él, con nadie más..."

-¿Por qué? ¿Por qué no puede ser todo más normal?

Una lágrima le resbaló por cada mejilla.

 

Vio a sus dos amigas sentadas en una de las mesas de la cafetería de la Torre. Había una silla vacía reservada para ella, pero Umi no se atrevió a entrar. Se quitó el anillo de zafiro y lo guardó en el bolsillo de sus tejanos. Ni Hikaru ni Fuu podían saber de la existencia de aquel anillo... Kreff se lo dijo varias veces...

-El anillo debía de pertenecer al Pilar de Zafiro, pero ahora que el pilar ha sido neutralizado este anillo debería de haber desaparecido también...

-Entonces ¿por qué me lo das, Gurú Kreff?

-No quiero que te olvides de Zafiro, ni tampoco quiero que te olvides de mí...

-¿De verdad me crees capaz de olvidarte?

-¡UMI! ¡Estamos aquí! – le gritó Hikaru al verla.

-Hola, chicas... Siento haberos hecho esperar...

-No pasa nada – dijo Fuu -. Bueno, ¿subimos ya al mirador?

En el mirador las tres amigas se cogieron de las manos y rememoraron la última vez que estuvieron allí.

-¿Estáis listas? – susurró Hikaru con una mirada centelleante de ilusión y alegría.

-Sí – contestó Fuu.

-¿Umi, estás preparada? – le preguntó Hikaru.

Pero Umi no respondió.

-Umi – la llamó Fuu.

La joven tenía la mirada clavada en el suelo.

-Lo siento – murmuró entonces, soltándose de las manos de sus amigas -. No puedo, lo siento.

-¿Qué te pasa?

-Umi...

-Lo siento – volvió a repetir la chica llevándose las manos a la garganta.

Dio media vuelta hacia el ascensor.

-Espera, Umi. ¡Por favor, espera!

Hikaru y Fuu corrieron detrás suyo pero las puertas del ascensor se cerraron ante sus narices, sin darles tiempo a entrar.

En el solitario interior del ascensor Umi se dejó caer sobre el suelo, abrazándose a sus rodillas. Se sentía sin fuerzas y muy pesada. Algo le golpeaba, amenazaba con explotar en el pecho, los pulmones, subió por su garganta y llegó a sus ojos... Buscó en su bolsillo aquel anillo y se lo puso en el dedo anular.

-Gurú...

Sintió que unos brazos la rodeaban por los hombros.

-Gurú Kreff...

La calidez de aquel cuerpo tan cercano al suyo la tranquilizaron.

-Mi amada guerrera mágica, no llores. No me gusta verte llorar.

-Gu...Gurú...Yo... – no era capaz de articular bien las palabras, balbuceaba como una niña pequeña.

Él buscó sus labios y los selló con un suave beso con sabor a lágrimas.

-Umi... Si tú sufres, yo sufro contigo...

 

Continuará...